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domingo, 11 de noviembre de 2018

Muerte y el amor o el amor y la Muerte



Dice la tata María que se me enganchó la Muerte, madre, que me la traje de México, que «es una mujer no más», y ahora anda encaprichada de mí.
Sólo quise sentir en mis carnes las costumbres que llevo arraigadas en los genes, tocar con mis manos lo que llevo de herencia. Cómo iba yo a saber cuando decidí viajar para conocer la patria de padre que debía tener cuidado con las leyendas que se pasean por las calles el Día de los Muertos como si perteneciesen en verdad a este mundo y no al de la fantasía. Para mí era una mujer hermosa, madre, una mujer bella y altiva que me quiso conquistar. Y yo le seguí el juego. Iba a ser una noche nada más. Apenas unas horas diversión, de tequila, ron y dulces de azúcar para celebrar la vida después de honrar a la Muerte. Un aliciente más de la fiesta.
No puede imaginar, madre, como resplandecía sobre el lecho. Con la piel fresca y blanca, acogedora como un sueño, la sonrisa reluciente y un aliento tan refrescante que borraba la huella del tequila. Y esa melena negra de noche, adornada con flores de olor intenso que me embriagaban como el alcohol. Se reía mucho y me daba dulces entre besos, «para que aguantes más», decía. Repetía una y otra vez que esa era su noche, y era una fiesta ver su forma de decirlo, con los ojos llameantes. Yo pensé que había hecho un paréntesis, que se había escapado por unas horas de un marido demasiado celoso o de un padre que coartaba su libertad. No pregunté. No quería romper ese momento en el que era tan dueña de su cuerpo, tan salvaje que había arrastrado mi voluntad a su lecho con una fuerza que hacía que llamase la atención entre todas las demás mujeres.
Cuando desperté, ya no estaba entre los pliegues de las sábanas revueltas, ni sobre mi cuerpo, ni tras la puerta del baño, ni en mi vida. La busqué en cada rincón y sólo la hallé entre recuerdos brumosos de alcohol, vestida de risa y brillando, siempre brillando, como las estrellas. Se había ido sin notas ni despedidas. Me sentí más solo que nunca.
Le confieso, madre, que me asusté cuando abrí los ojos en el avión de regreso a España y, en lugar de la señora malhumorada que dormitaba a mi lado cuando me dejé atrapar por el sueño, la vi a ella. No sé cómo consiguió un pasaje, pero en ese momento me pareció muy poco importante frente el hecho de recuperarla. «Me voy contigo», me dijo, y a mí me pareció que eso era exactamente lo único que yo quería en la vida.
Ella es diferente a las demás mujeres, madre. Inventa cuentos para mí en los que mezcla la realidad de sus amores de otros tiempos disfrazándolos con su imaginación prodigiosa. En lugar de ponerme celoso, me considero el hombre más afortunado del mundo porque ahora está a mi lado. «No soy tuya», me dice cuando le pregunto, «no soy de nadie, pero te elijo a ti porque me gusta verme en tus ojos y me cautiva lo que esconden, como cuando elegí a José Guadalupe por su sentido del humor y luego lo cambié por Rivera, que me vistió de elegancia con sus pinceles y me hizo amar tanto su país». «¡Qué hombre, Rivera!», exclama entre risas, «¡tan feo pero tan masculino! Con una personalidad arrolladora capaz de absorber las voluntades femeninas. Nunca había compartido a mis hombres, pero hice una excepción con su Frida, que era magnífica. Ahora ya es solo para ella. Siempre estuvo a su lado, y siempre lo estará, vivos o muertos».
Todo eso me cuenta mientras hacemos de la cama un altar en el que homenajear su figura. Y allí planeamos mis negocios, que ahora son también suyos. Dice que le divierte que yo elija quién debe morir y ser ella la mano que ejecuta. Desde que está a mi lado, todo está en calma, mis hombres me respetan, las demás bandas me temen y las arcas se llenan cada vez más. Es una asesina implacable. Si alguien no cumple lo acordado, recibe la visita de mi dama y no vuelve a respirar. Nunca ha habido verdugo más fulminante ni mujer más dulce.
Qué más da que disfrute matando, madre, si yo tampoco soy un santo. Lo único que temo es que un día deje de ver en mí lo que vio aquella noche, o que un artista la describa tan bella que su vanidad la haga volar a sus brazos. Si llega ese día, madre, si un día me deja por otro, yo mismo le pediré que me arranque la vida.




#DíaDeMuertos

martes, 22 de agosto de 2017

El último día antes del desastre (Diario de la cuenta atrás para el fin del mundo 2)

Mutación. Foto Mar Goizueta
Mutación.

22 de agosto de 2017. Hoy es el último día de la cuenta atrás. Mañana ―dicen―, el imaginario Planeta X chocará contra nuestro planeta. Yo empleo el tiempo de espera en hacer mi vida normal. No voy a mentir: ante tamaño acontecimiento, primero pensé en que era el momento de hacer mil cosas alocadas, pero después, meditándolo más, llegué a la conclusión de que todo era un enorme absurdo. Lo que en realidad quiero es tranquilidad, no pensar en ello, hacer como que no va a ocurrir, dejar pasar las horas lánguidas, perezosas, como cuando me dejo llevar en la piscina y floto, haciéndome la muerta, con las orejas dentro del agua y el pelo desparramado a mi alrededor, con los ojos cerrados para no ver la dirección en la que me hace viajar el agua que juega con mi cuerpo, con el sol cosquilleando la piel que sobresale de la superficie. O como cuando dejo que me lluevan estrellas, aviones o murciélagos fugaces en el silencio de las noches de verano mientras me pierdo en el abismo de mis propios pensamientos.
     Y puede que no ocurra nada, que mañana sea un día cualquiera, que haga calor y brille el sol y hablemos sobre la vida que no se ha acabado de repente y que nos da otra oportunidad de impedir que se nos escape el “Vivir” con mayúsculas de entre los dedos. Es más, estoy convencida de que así será, pero, como insinuaba en el primer texto de este Diario de la  cuenta atrás para el fin del mundo, estos días son excusa para una catarsis que nos haga cambiar la piel, olvidar lo que nos sobra para renovarnos y crecer.
     Ahora que llega la imaginaria oscuridad, entre otras cosas pienso en luz: tu luz. Soy igual que las polillas que vuelan en torno a un foco en el que creen ver un pequeño paraíso cálido, acogedor, poseedor de una luminosidad que podría hacer aparecer sus colores, convirtiéndolas en mariposas. Tan cerca parece estar la felicidad, que chamuscarse un poco las alas en el intento se les figura un precio minúsculo. Y perecen algunas en el camino, pero es siempre digna de honores la muerte en pos de la vida.
     Y aunque me consta que el futuro es terreno incierto, por más que a veces parezca lo contrario, creo en él, y lo sueño hermoso y habitado por amor. Un árbol hermoso y verde con raíces firmes en un presente que me grita con fuerza, que hace que mis alas se impacienten como las de la protagonista del cuento que comienza así:

     Como insectos sedientos de luz, las hadas oscuras comparten su magia con quien las deslumbra.
     Y si su regalo es aceptado, brillan y brillan, iluminando cada rincón con su risa musical.

    Paradójicamente, esta es una historia con vocación de interminable, a pesar del desastre imaginario que ocurrirá mañana. O no… Tic tac, tic tac.

*La música de hoy sólo podía ser la sintonía de El Planeta Imaginario (Debussy - Arabesque No.1), interpretada por Isao Tomita.

lunes, 3 de julio de 2017

Gansos en la niebla


―¿Me llevarás a ver los gansos difuminados en la niebla de la orilla de aquella islita escocesa de la fotografía? ¿Y a nadar en el mar del que surgió el Toro de Creta, padre del formidable Minotauro? ¿Caminaremos hacia un volcán más allá del mar cogidos de la mano? ¿Veremos nacer la Luna de la muerte del Sol en la placenta del mar rojo? ¿Me besarás a través del cristal cuando nuestros pies pisen el lunar Mar de la Tranquilidad? 
―Cuando seamos como los humanos haremos todo eso y más. Últimamente sospecho que hay cosas que sólo ellos pueden entender de la forma que hay que entenderlas. 
―¿Cómo sabremos que ya lo somos?
―Cuando no sea tu cerebro el que te diga que hacer todo eso es hermoso, cuando te brillen los ojos al pensar en hacer esas cosas y otras mil conmigo. Cuando lo desees más allá de la cabeza.
Y ella siente que su corazón se encoge y se hace pequeña mientras seca con disimulo una lágrima que cae por su mejilla y comienza a soltarse el recogido del pelo.
―Esperaré.


* Estaréis pensando que la canción de hoy debería ser Rachel´s song de Vangelis y no os falta razón, pero la canción elegida es Without you, de Eddie Vedder, que pertenece a esa delicia de disco que es "Ukelele songs". La otra se da por hecho, esta va más allá de la historia que cuento.

For every wish upon a star
That goes unanswered in the dark
There is a dream I’ve dreamt about you

miércoles, 14 de junio de 2017

La sonrisa maldita


La belle dame sans merci. John William Waterhouse (1893)

VII
Halló por mí raíces dulces,
y miel silvestre y maná fresco.
Y en una extraña lengua dijo:
“En verdad que te amo.”
(“La belle dame sans merci” de John Keats)

* (Nota)

Sonrío.
El monstruo sonríe.
Siempre lo hace con la suficiencia del triunfador que piensa que lo que no se ve es a menudo lo más poderoso. Me sabe suya, me obliga a sonreír y se estremece de placer sabiendo lo que ocasionará esa sonrisa, la trascendencia que tendrá ese gesto que aparenta ser tan inocente.
El hombre sonríe.
Lo hace creyéndose ganador, sin saber que acaba de vender su alma por una sonrisa maldita, que ya no hay vuelta atrás, que jamás se olvidará de ella.
El monstruo canta y yo escucho su canción desquiciada, sus gruñidos de depredador satisfecho que quedan ahogados por  mi coraza de piel.
Navego en los ojos del hombre buscando la huella de su perdición y la encuentro atada al amor que rebosa su mirada y que quizás le impide ver las llamas ardiendo en el fondo de mis pupilas. Miro más allá y encuentro algo inesperado: el fuego intenso que arde en las suyas, el odio, la rabia y el miedo que anidan en su alma. Y aún más al fondo, en las profundidades abismales, una ternura inmensa y unas ganas infinitas de aniquilar la soledad que le destroza.
Me tiemblan las piernas. De repente, me siento muy unida al monstruo. Juntos notamos un sabor extraño en la garganta, dulce y salado a la vez, como al beber lágrimas de un rostro amado o comer nubes de azúcar con los dedos manchados de agua de mar. Es el sabor de la anticipación de algo que se desea y se teme. Sabe a primer beso, a temblores de amor.
El monstruo y yo bailamos con una alegría casi demente, sabedores de que el hombre es nuestro reflejo.
Ya no temo arañar su corazón y dejarlo morir desangrado, empujada por el ansia caprichosa del monstruo. Esta vez morderé fuerte, sí, pero después curaré sus heridas a lametones y besaré cada cicatriz que huela a tiempo vivido.
 Y sé que no me iré.
Un delirio se ha  apoderado de mi alma: devorar y ser devorada, cazar y ser cazada, domar y ser domada, amar y ser amada, sinergia de monstruo a monstruo. La perfección.
Me acerco al hombre y sonrío.
El monstruo sonríe.
El hombre sonríe.
Y esta vez sólo hay ganadores.

*Este cuento nació en mi mente enlazado a este tema y a "La belle dame sans merci" de John William Waterhouse. Por eso me gustaría que escuchases la música mientras lo lees. Yo misma lo recité con ella de fondo, aunque después el destino hizo que se perdiese el archivo. Quizás sea mejor así, quizás no sea yo quien deba leerlo y estropear esas deliciosas notas limpias que se acaban fundiendo en un maravilloso éxtasis de voces. Hoy ha vuelto a mi cabeza esta historia. Será que soplan vientos de redención. Sea como sea, esta canción ,que siempre sentí como mía, quiero compartirla contigo. Y ahora hablo en singular.


Pincha aquí para leer La belle dame sans merci de John Keats completo en inglés y en castellano


lunes, 13 de febrero de 2017

La mirada del pájaro psicopompo



Eric Lacombe (2015)
Después de infinitos días, anoche recordé cómo dormir. Quizás la Luna llena, vestida de oscuridad, perdió la fuerza que me hace aullar con los sentidos alerta cada plenilunio, quizás fueron las buenas noticias las que me acunaron como una madre protectora, tal vez mi corazón encontró en el sueño el remedio a sus inquietudes o puede que me besarse en la frente quien guía mis pasos por el otro mundo. En cualquier caso, dormí. Y al despertar, al otro lado del cristal, atravesando la lluvia, me encontré la mirada del pájaro psicopompo que volaba hacia mí con mi alma entre sus patas. También traía mis letras perdidas y mi corazón agujereado en el pico. 
¿Otra vez? le dije. 
Abrió el pico y lo dejó caer. 
Deberías darme las gracias, sólo sangran los corazones vivos respondió. 
Y sonreí, pensando que había verdad en sus palabras.


*Algún día compraré cuadros de Eric Lacombe. Adoro su arte.

jueves, 3 de marzo de 2016

La granja de hormigas

Drifting Away de Erik Johansson
   
     ─El Apocalipsis del que hablan las páginas sagradas ya está aquí. Oremos, oremos, hagamos llegar nuestras voces al cielo. ─El sacerdote gritaba y corría con las manos en alto por todo el pueblo, histérico y sin un rumbo fijo, como un pollo sin cabeza.

      El sabio trataba de entender el fenómeno. El mundo se movía en un mareo continuo, pero nada parecía acabar de perder su estabilidad. Las casas y los árboles seguían firmemente sujetos al suelo y, salvo alguna sacudida, no había signos de destrucción. Nunca había visto algo así, ni tampoco sus antecesores en el cargo, pues un hecho como aquel no dejaría de estar señalado en alguno de los diarios de investigación que estaban obligados a llevar y que conocía casi de memoria.

      Los campesinos, los artesanos y el médico habían dejado lo que estaban haciendo para correr a la plaza del pueblo, el lugar donde se decidía todo lo que tuviese que ver con el conjunto de los habitantes: el calendario de fiestas, los eventos sociales, el procedimiento a seguir en caso de emergencia o el papel que cada nuevo niño tendría en la sociedad y que se designaba ya desde su nacimiento. Esto último era muy importante en una comunidad tan pequeña y sin posibilidades de crecer por culpa del mandato divino que los hacía estar aislados del resto de la humanidad, según contaban las crónicas de fundación del poblado datadas en unos cuatrocientos años antes.

      Y para colmo, lloviznaba y el sol había dejado de verse, así que su destino parecía estar dominado en ese momento únicamente por el Astro Constante, aquel que a veces veía en las horas del sol y en las de la luna, algo que asombró y sobrecogió a partes iguales al astrónomo, que en esos días andaba fascinado por un invento a medio camino entre un telescopio y una lupa gigante, construido con ayuda del inventor y uno de los antiguos libros de la biblioteca. Gracias a él, estaba registrando, cuidadosamente, cada uno de los cráteres de aquel cuerpo celeste que, o bien no seguía órbita alguna, o se movía al mismo tiempo exacto que la Tierra, como si estuviesen unidos por un hilo invisible.

      El niño gigante sonrió, satisfecho, al ver que la botella flotaba siguiendo sus cálculos. La había encontrado días atrás en el desván de su casa, colocada en el pequeño poyete de la ventana de la estancia, junto a un libro de pastas verdes, escrito a mano, titulado “El proceso de creación de la granja de hombrecillos”. La letra era infantil, similar a la suya propia, redonda y grande, con círculos bien marcados sobre las íes y con cierta falta de respeto hacia los márgenes. Pero lo importante era la detallada descripción, la exactitud con la que aquel otro niño, cuatrocientos años atrás, había enumerado los objetos, plantas, animales y hombrecitos, cuidadosamente seleccionados por su trabajo y su sexo, a introducir en el frasco de cristal para crear un mundo que observar crecer. También contaba dónde ir a buscarlos, la cantidad de agua necesaria para asegurar un flujo de lluvias por condensación y muchas más cosas. Era tan emocionante que quiso seguir con aquello, y días después se le ocurrió completar el experimento llevando el frasco al estanque de su jardín, para dejar que navegase libre por aquel pequeño mar.

      Una vez depositado en el agua, cogió un lapicero y se dispuso a registrar la continuación de la investigación de su padre. Estaba deseando contárselo cuando regresase de trabajar.

        Así fue como empezó el viaje del mundo flotante.


*He escrito "La granja de hormigas" para el concurso "La imagen imposible I" de El círculo de escritores

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domingo, 17 de enero de 2016

Historias de sirenas, buzos y astronautas

sirena y buzo

A veces recuerdo que fui sirena y me gustaban los marineros. Y también los buceadores, tan intrépidos en su búsqueda del misterio de los océanos. Pero sobre todo, me gustaban los buzos, con esos trajes alucinantes que los convertían en tritones con piernas, lentos y acorazados. Ellos me miraban hipnotizados y luego, al regresar a su mundo, eran tomados por locos si hablaban de la mujer acuática de pechos descubiertos. 

Ahora que perdí la cola de pez y me adorno con tacones en lugar de escamas, que mis estrellas son de luz y no respiran y mi techo tiene espuma de nubes, amo a los astronautas que surcan el espacio en sus trajes protectores. Los miro, pienso en mis amores con los buzos perdidos y espero que uno me coja de la mano y me lleve a volar. Tal vez así me crezcan alas.

Sospecho que siempre me gustarán las miradas desde detrás de un cristal.

#VolemosAstronauta

*No conozco al autor de la fotografía en la que está basado este gif que tampoco sé quién ha hecho. Lo encontré en el muro de Facebook de un amigo por casualidad y surgió el texto automáticamente, casi sin pensar, por eso lo escribí directamente en la página de fans de Viviendo al otro lado del espejo. Como parece ser que gustó, lo he traído al blog. Si alguien sabe el nombre del autor de la foto que me lo haga saber y lo pondré.

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domingo, 13 de diciembre de 2015

Metafórico microcuento de sangre o...


No sé cómo llegamos a enterrarnos en hielo, aunque eso ya da igual. Sólo importan el frío que nos siega los dedos y el hambre que llegará pronto, cuando se evapore la humanidad que nos queda.

No debimos beber de aquel frasco por más que el líquido rojo y espeso nos pareciese incitador. No podemos culpar a nadie, de sobra sabíamos que tras deslizarse por nuestras gargantas, nos esperaría la eternidad. Pero nunca imaginamos que sería tan fría.


Hoy la música la pone Bunbury con su versión de "Frío" de Distrito 14, que forma parte del proyecto de versiones Los Chulis que hace años tuvo a bien regalar a la humanidad.


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lunes, 26 de octubre de 2015

Lluvias

La mariposa y la muerte. Foto Mar Goizueta. Más en https://www.flickr.com/photos/lasmiradasdemar

Clonc,
clonc.
Escucho caer las gotas de lluvia sobre la superficie tranquila del lago y pienso que me gusta la lluvia porque se mueve aunque no esté viva.
También me gustan los sonidos rítmicos, me recuerdan el latido de un corazón en funcionamiento.
Y los cuerpos flotando suavemente entre los vientres de los barcos. Son paz y silencio.
Hay mucha belleza en el movimiento mudo y ondulante de los nadadores que se dejan llevar por la corriente.
A menudo, no puedo contenerme y rozo sus pieles. Les acaricio con dulzura, simulando ser una planta, o me froto contra ellos con la viscosidad de un animal acuático.
Ellos dan un respingo y se mueven un poco para espantar al pez que creen que les ha rozado.
Yo veo como se agitan, nerviosos, y me río con mi boca ya sin labios.
Es casi la única distracción para un cadáver que vive en el fango.
Clonc,
clonc.
Fragmentos de mi carne muerta llueven del revés, camino de la superficie.

* Más fotos en: https://www.flickr.com/photos/lasmiradasdemar
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lunes, 14 de septiembre de 2015

¡Corre!

Desnudo bajando una escalera nº 2 Marcel Duchamp

El muchacho aprieta los puños y corre como si le fuera la vida en ello. Tiene una certeza, sabe que tiene que correr, saltar los obstáculos con limpieza y sin tirar nada, sin enojar aún más al monstruo que le persigue de cerca mientras se aleja de todo lo que le era amable. Al correr piensa en su padre muerto, en el agujero que le dejó en el corazón, en esa cicatriz que lo cerró formando la palabra "fin" y que aún supura por sus bordes frescos y rosados. Sigue corriendo mientras empieza a notar que el aire se reduce. El ahogo lo lleva a pensar en la madre muerta y en sus consejos: hijo, sé feliz, la muerte no espera, no respeta a nadie, no sabe de tiempos. La felicidad es el único camino. Ama sin miedo a quien te llene el corazón. Y lo hizo, amó sin pensar en el dolor y acabó doliendo, pero se sintió vivo. Mereció la pena un tiempo. Luego llegó el vacío. El aire casi no alcanza sus pulmones ya, pero continúa corriendo. Cuando está casi seguro de que no puede más, recuerda su despido, la falta de una nueva oportunidad. Piensa en que su carrera no puede ya durar mucho, como sus ilusiones y aun así, corre y corre hasta casi desmayarse, pensando en que quizás ya no queda nada por perder. De repente, a punto de caerse sin fuerzas, se detiene y se encara con su perseguidor: no huiré más de ti, maldito Miedo, no tener ya nada me hace invulnerable a tu poder. Miedo sonríe casi con afectividad y con una voz repugnante y dulce como el olor de la fruta podrida, contesta: mira detrás de mí, no soy yo quien te persigue, quien lo hace, es la Vida.

*La imagen es Desnudo bajando una escalera nº 2 pintado en 1912 por Marcel Duchamp

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domingo, 2 de agosto de 2015

Impura

Cueva de Tito Bustillo. Camarín de las Vulvas (Asturias)

Arrastró sus pies y su vergüenza fuera del perímetro de la aldea, condenada al aislamiento por impura, por provocar con su femineidad la sangre que brotaba entre sus piernas. Caminaba aterrorizada, pensando en las noches que le esperaban en el abrigo solitario, con las bestias rondando su carne fresca y desprotegida y la noche húmeda de la cueva como único refugio.

Fueron pasando los días de su Luna y de mucho observar el mundo instada por el miedo, hizo sabiduría y tanto horror acumulado se convirtió en oscuridad. La negrura que anidó en su interior fue una invocación para el Mal, que acudió galante a su llamada, y en él encontró la ausencia de temor que necesitaba.

Cuando llegó la hora de regresar, ya no quedaba nada de la niña que se fue. Lo último que vio cada uno de los habitantes del poblado fue algo parecido a una mujer con sangre goteando de su boca terrible, un largo cabello enmarañado y el delirio en sus ojos enrojecidos, tan acostumbrada a la soledad, que limpió el poblado de toda humanidad que pudiese perturbar el silencio de su nueva vida muerta.

* La imagen es una fotografía del Camarín de las Vulvas, en la Cueva de Tito Bustillo (Asturias)
#ArtePrehistórico #TitoBustillo 
*Microterror en 200 palabras para el concurso Microterror III de El Círculo de Escritores

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miércoles, 29 de julio de 2015

No hay límites para el cazador (Microrrelato de terror)

León Cécil

La imagen de la mujer que fue rebotaba en su mente. Esa que la miraba desde el otro lado del espejo en un tiempo que no era capaz de precisar bien mientras flotaba en una pesadilla eterna. Ya no sufría físicamente, su cerebro, alcanzado el límite del dolor, había paralizado todo menos un grito mudo y recurrente, un eco desgarrador resultado de su llegada a la cumbre de la agonía en la que su mente permanecía desde que aquel hombre le robase la piel y la melena que la convirtieron en reina de belleza.

El león agonizaba en la sabana ardiente como el fuego, sintiendo como sus entrañas se disolvían a cada paso. La herida de la flecha maldita bullía de vida animal, intoxicando su sangre gota a gota. Dos días vagó sumido en una muerte en vida rebosante de dolor, recordándose como rey de su reserva, impresionante, admirado hasta por los hombres. Y cuando casi había apagado su luz, aquel hombre vino a cobrarse su premio, la cabeza y la piel que le hicieron famoso.

El hombre sonrió satisfecho, admirando los trofeos tan bellos y caros que decoraban su salón y se llevó una mano a la entrepierna.

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No imagino nada más terrorífico que agonizar durante horas, ni nada más cruel y estúpido que la bestia causante de tales dolores. Si puedes matar al poseedor de tanta profundidad en la mirada, puedes matar a cualquiera. Este es mi homenaje al león Cecil, el más famoso de la reserva de Hwange (Zimbabue), que no es para mí más importante que otro león, pero que espero que se convierta en símbolo de la atrocidad del hombre. Recordad, no hay límite para el cazador.

*No sé quién es el autor de la foto, si alguien lo sabe que me lo comunique y lo pondré.
#Cecil #LeonCecil #Hwange #Zimbabue
*Microterror en 200 palabras para el Círculo de Escritores

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domingo, 28 de junio de 2015

La mujer del cuadro


A veces hablo con la mujer del cuadro. Me mira fijamente con sus ojos de óleo y una mueca traviesa en la boca y me dice que quizás en otra vida, yo era ella. Le sonrío con la misma media sonrisa de dientes algo grandes que guardan sus labios y ella agita su melena, que es como la mía, mientras luce impúdica su desnudez de mármol, sus pechos consistentes y la languidez perezosa de su cuerpo. 

El rostro de la mujer del cuadro es dulce y pensativo y parece guardar, indolente, un leve toque de lascivia, como si recién despierta de un sueño ardiente, culpable de enrojecer sus mejillas en una siesta de verano, esperase, en una relajación eterna, a un amante dispuesto a enredarse en sus cabellos salvajes de sirena. 

De repente, caigo en la cuenta de que yo sé mejor que nadie cómo es ese mismo rostro cuando lo enmarca su pelo dorado sin mojar, trenzado o adornado de flores en lugar de anémonas y sé exactamente lo que siente cuando nada desnuda y rodeada de peces en su mar de lienzo. También conozco bien el cosquilleo que recorre su piel cuando los ojos intensos del pintor transforman su cuerpo en arte y su alma en alma de mujer pez, lujuriosa y resbaladiza. Es entonces cuando pienso que tiene razón cuando me dice que quizás en este tiempo que ahora transcurre, ella soy yo.

*La imagen es un detalle de "Serpientes Acuáticas II" de Gustav Klimt, pintado entre 1904 y 1907.
#Klimt #GustavKlimt #SerpientesAcuáticas 

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domingo, 21 de junio de 2015

La Puerta


El viajero se quitó el sombrero y secó la gota de sudor polvoriento que le caía por la frente. De espaldas al resto del mundo, contempló la puerta. Había cambiado mucho desde que la construyeron. El tiempo había sido inclemente con lo accesorio, pero había respetado aquello sobre lo que no tenía influencia, por eso no quedaban nada del resto del edificio ni de la decoración que rodeaba el portal y sólo se mantenían en pie las piedras que formaban el arco que lo enmarcaba, medio insertadas en el Tiempo Impreciso. Recordó como era aquel paisaje en su época, cuando, guiado por su intuición, siguió un camino de estrellas que le llevó a un otero con un extraño remolino fluctuante en su centro, ese mismo que ahora observaba. No se atrevió a cruzarlo entonces, poseído por el miedo a lo desconocido, demasiado condicionado por la superstición medieval. No duró mucho ese temor. La curiosidad venció al terror al Maligno reinante en su época de oscuridad y volvió la noche siguiente. Ya no había sendero de estrellas para guiar sus pasos y si llegó fue porque conocía la ubicación exacta con la precisión de los que acostumbran a guardar los mapas en su mente. Esa noche ya no había nada interrumpiendo la visión desde lo alto del monte. Volvió varias noches más, anotando cuidadosamente cada factor que pudiese influir, convencido de que aquel fenómeno ocurriría de nuevo. Le llamaron loco, insinuaron que hacía algún tipo de brujería en sus correrías nocturnas y le empezaron a dejar de lado. Nada importaba. Aquello se había convertido en el centro de su mundo. Sólo una persona le comprendía y apoyaba, su único amigo, al que perdió siglos antes, o después, según se mire, en uno de sus viajes alucinantes. Entre los dos construyeron el edificio en torno al lugar una vez que descubrieron el secreto que activaba la magia del portal, una magia que ahora llamaban ciencia y que jamás revelarían al mundo por ser un conocimiento peligroso que las paredes de piedra protegerían de miradas curiosas. Por eso, a pesar de la impaciencia impetuosa que anidaba en sus corazones, esperaron a acabar la construcción para atravesar el objeto de su veneración. El día elegido para la partida, cerraron cuidadosamente la puerta por dentro. No sabían si encontrarían la muerte o un pasaje a ese Infierno terrible de fuegos eternos que los vidrieros estaban pintando en la catedral y, aun así, se les hacía imprescindible descubrir qué ocurría allí dentro. Se dieron la mano y cruzaron juntos. Nadie volvió a ver a ninguno de los viajeros hasta ese momento. No en esa época.

Siglos después, uno de los viajeros había vuelto. En su mochila traía recuerdos de mil épocas recorridas. Conocía el principio de la Humanidad y lo anterior a ella, y el futuro casi hasta el fin de su existencia. Desde allí vino a bordo de su máquina del tiempo, la que él inventó mezclando la tecnología del futuro más extremo con la magia aprendida investigando el portal a otras épocas que ahora contemplaba mientras secaba la gota de sudor que caía por su frente confundiéndose con las lágrimas ocasionadas por el reencuentro con el principio de todo.


*Las fotos, maravillosas y evocadoras como todas las que hace, son de Víctor Gibello Bravo. Le agradezco mucho que me deje utilizarlas para ilustrar este cuento que ellas mismas han inspirado. Podéis ver más ejemplos de su trabajo en PhotoZen

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miércoles, 10 de junio de 2015

Cocinando sueños

Como agua para chocolate

El olor del pan de pasas y nueces en el horno y el de la leche caliente con azúcar y canela que hervía en un cazo al fuego, eran tan intensos, espesos y deliciosos que al despertar aún los tenía impregnados en las trenzas de su pelo.
Cocinó su sueño con ingredientes dulces, con ralladuras de naranja y limón, con cacao, vainilla, harina y miel, con levadura, manzanas y mantequilla, con sonrisas, amor y deseos.
Y allí estaba él, con hambre del único bollo que ella no podía hacer, pues había olvidado la receta, la más simple, la que cualquier principiante podría elaborar.
Se levantó con unas intensas ganas de cocinar y la memoria restaurada, e invadida aún de duermevela, cogió el teléfono que sonaba insistente. Desde el otro lado del mundo, la voz grave de él le pareció una caricia.
─ ¿Sabes una cosa? he soñado que tenía ganas de comer...
Y antes de que pudiera decirlo, ella terminó la frase por él.

* La imagen pertenece a la película "Como agua para chocolate" de Afonso Arau, basada en un libro de Laura Esquivel, es uno de esos casos extraños en los que la película no desmerece al libro. Yo los adoro a ambos y os los recomiendo si queréis entender la preciosa relación que puede existir entre el amor y la cocina. Mientras daba forma a este pequeño relato, después de soñarlo, digerirlo y pensarlo, se me empezó a llenar la cabeza de imágenes de la maravillosa, sensual y bellísima historia de Tita y Pedro, por eso no habría tenido sentido ilustrarlo de otra forma.
#ComoAguaParaChocolata #AlfonsoArau

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miércoles, 3 de junio de 2015

Anoche me bebí a cucharadas la luz de la Luna

Planeta Terror y la lluvia de asteroides. Foto Mar Goizueta https://flic.kr/p/ttWJQK
Foto: Planeta Terror y la lluvia de asteroides

Anoche la Luna llena estaba tan salvaje que no me dejaba dormir y tuve que beberme a cucharadas la luz que derramaba por mi ventana. Desde su lugar entre mundos, los pájaros negros de la noche cantaban siniestros ecos que no eran reflejo de ningún sonido conocido. Por eso no conseguí seguir su rastro y comerme su negrura para contrastar la luz que emanaba de mi piel.

Anoche mi cabeza albergaba galaxias, laberintos y mil historias hechas con retazos de desvaríos.

Anoche, por no comerte a ti, me bebí la Luna

Hoy Selene está algo más oscura y yo siento ríos de luz recorriendo mis venas, aunque nadie pueda verlos detrás de mi vestido de noche nueva.

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martes, 19 de mayo de 2015

How terrible it is to love something that death can touch (Frío)

how terrible it is to love something that death can touch

“Si nunca has besado a un muerto, no sabes lo que es el verdadero frío”, pensó al darle el último beso en aquel frigorífico con olor espeso a flores y formol. No le reconoció sin calor, sin voz, sin deseo en la mirada.

La noche llegó, fría y solitaria como nunca. Durmió entre lágrimas hasta sentir un peso conocido en la cama, tanteó con la mano y encontró al frío hecho hombre.

─Cuando eres frío, dejas de sentirlo ─dijo acariciándole el rostro─ .Yo siempre seré frío para ti, a menos que seas como yo.

─Entonces, dame tu frío ─imploró ella.


*Microrrelato creado para el "concurso de microcuentos Microterror II" de El Círculo de Escritores. A veces, no puedo evitar cierta vena gótica. 
*La foto, tremendamente evocadora, la encontré por Internet. No creo que se pueda poner algo más bonito en una lápida que esta frase: how terrible it is to love something that death can touch . Siento no poder dar más información, pero no he conseguido saber más. Si alguien conoce al autor, que me lo diga.

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viernes, 15 de mayo de 2015

No traiciones a un monstruo


Se deslizó suavemente dentro del sueño del hombre, perdiendo consistencia al atravesar la barrera. "Qué pena", dijo, agarrándole los testículos con fuerza. "Te mostré la pasión de los monstruos, deseché premoniciones confiando en que tu libre albedrío me fuese favorable y lo estropeaste ansiando amores mediocres". Con la otra mano, arrancó su corazón y lo mordió como a una manzana roja. Él se retorció en la cama. Acercó la boca a sus genitales. El aullido traspasó mundos. Despertó mirando su entrepierna intacta. Ella observaba con mirada de gata y un hilillo de sangre decorando la comisura de su sonrisa desquiciada.

*Microrrelato creado para el "concurso de microcuentos Microterror II" de El Círculo de Escritores. De vez en cuando, es divertido imaginar con pautas, es algo así como hacer un pasatiempo.

*Segundo puesto en el concurso. Feliz.






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viernes, 8 de mayo de 2015

L'amour fou

The Camden Town Murder o What Shall We Do for the Rent? -  Walter Sickert (1908)

L'amour fou


Su corte es exquisito, cada incisión precisa; maneja como un virtuoso su cuchillo de filo de bisturí, deslizándolo suavemente, como si cortase con un pincel o con el arco de un violín, moviendo sus manos de prestidigitador en una especie de baile hipnótico. Es un artista, un creador que con su arte transforma la prosaica carne en materia prima digna de un escultor, noble como el mármol de Luna.

“Su carne es suave y blanca como el alabastro”, decía acariciando con delirio mi piel mientras dividía delicadamente mi cuerpo en partes con sus expertas manos de cirujano.

Sólo dolió el primer tajo, certero y mortal. Un dolor intensísimo, tan demencial que acabó en desmayo y luego, con la sangre derramada, llegó la Muerte, dulce, ingrávida y liberadora. Y ya no pude despertar.

Nunca me habían amado tanto. Ninguno de aquellos hombres que compraban mi tiempo trató mi carne con tanta suavidad. Eran hombres perdidos a los que les daba igual todo excepto la soledad y su necesidad animal, bestias arrastradas por el instinto que querían aprovechar hasta el último minuto pagado. Ellos raspaban con manos rudas y ansiosas mi piel y avasallaban el interior de mi cuerpo de forma implacable. Confieso que, aunque casi siempre me asqueaban, había momentos en que me llegaba a gustar, no como cuando lo hacía con aquel primer hombre que creí amar entre el miedo y la inexperiencia, aquello era otra cosa que resulto no ser ni el amor ni el placer absolutos. Supongo que el placer sórdido es menos sórdido cuando vives en la mierda o cuando implica comida y calor. Eso me decía a mí misma al sentir temblar mi centro de gravedad mientras perdida en algún lugar de mi mente, arañaba las sábanas mugrientas o la espalda de mi ocasional invasor.

Mi último amante fue distinto, penetró hasta mi más profundo reducto con paciencia, recreándose en cada fragmento del camino para luego ir haciendo surcos en mi carne con su herramienta afilada. Flotando por encima de la escena, yo disfrutaba de su amor, de su forma de besar mi boca muerta con una dulzura que nunca antes habían probado mis labios, de cómo acariciaba con mimo cada pieza que desgajaba de ese cuerpo que había sido yo. Y al verlo, me enamoré por primera vez de una forma devastadora. Él era muerte y yo estaba muerta, así encontré la lógica de nuestro amour fou. Desde entonces no me separo de él. Nunca más ha vuelto a matar. Cuando alguna vez se olvida por un momento de nuestro amor y mira codiciosamente a otra, yo reconduzco sus deseos o ahuyento a las posibles víctimas con mis habilidades de fantasma y en compensación, cuando duerme, beso sus labios con los míos de aire y acaricio su cuerpo durante horas para que me sueñe. Y lo consigo sin dificultad, fueron muchos años aprendiendo a convertir mi cuerpo en objeto de deseo hasta que llegó el amor, ese que ahora sólo guardo para él.

*The Camden Town Murder o What Shall We Do for the Rent?  Walter Sickert  (1908) es el título del cuadro que ilustra el cuento


Walter Sickert y Jack el Destripador


Los que me leéis habitualmente ya sabéis que me cuesta separar la literatura del Arte, que casi todo lo que escribo lo relaciono con algo visual. En esta ocasión, en cuanto empezó a surgir el relato en mi cabeza, se unió a él la intrigante figura del pintor impresionista Walter Sickert, por su curiosa biografía y por su serie de cuadros relacionados de una forma o de otra con los famosos asesinatos de Camden Town, que tuvieron lugar en torno a 1907. Hay teorías que relacionan a Sickert con Jack el Destripador, acusándolo de ser el famoso asesino o de ser cómplice de alguna manera. La culpa de esto la tienen su gusto por pintar escenas que inevitablemente llevan a pensar en los asesinatos, de plena actualidad en la época en que pintó sus cuadros y el que, según parece, gustaba de ser el centro de atención contando historias sórdidas como que el anterior ocupante de su habitación había sido un estudiante de veterinaria loco al que sus padres, tras descubrir su doble identidad como Jack el Destripador, habían recluido en un manicomio de forma discreta. A todo esto, se une un supuesto hijo ilegítimo que proporcionó ciertas informaciones a un periodista llamado Stephen Knight que no dudó en escribir un libro en el que mencionaba a Sickert como tercer integrante de un grupo de asesinos formado también por el médico real Sir.WilliamWhithey Gull y el cochero John Charles Netley, cuya unión dio lugar a la figura del conocido asesino de Whitechapel. La escritora Patricia Cornwell también ha escrito sobre Sickert y su relación con los asesinatos.

En torno a esto hay múltiples teorías y entrecruzamientos de historias en los que no voy a entrar, aunque os invito a indagar, ya que el tema es fascinante, como fascinante ha sido siempre la historia, jamás resuelta, de Jack el Destripador.

Lo que sí voy a hacer es enseñaros algunas obras más de esta serie que resultan ciertamente perturbadoras y el rostro de Sickert, porque imagino que a estas alturas estáis deseando verlo.

Empezaremos por el cuadro llamado La habitación de Jack el Destripador (Jack the Ripper's Bedroom), que forma parte de los fondos de la Galería de Arte de Manchester y que, como podéis ver, es bastante claustrofóbico, me pregunto si tanto como la mente de un asesino.

La habitación de Jack el Destripador (Jack the Ripper's Bedroom)Sickert

Continuamos con otra inquietante imagen salida de los pinceles del extraño Sickert. En este caso el título también es The Camden Town murder.


Y por último el rostro de Walter Sickert, para los más curiosos.


#JackElDestripador #JackTheRipped #CandemTown #Whitechapel #WalterSickert

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